Espacio de encuentro para compartir vivencias en estos caminos increíbles que nos presenta la vida!

Somos tres amigas que vivimos en Río Grande-Tierra del Fuego, Perito Moreno-Santa Cruz y Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Te invitamos a que camines junto a nosotras!!!!
Mandanos tus temas a: caminandolavida@gmail.com así lo compartimos en el blog.
Además son bienvenidos los comentarios que quieras realizar sobre los artículos que van apareciendo, sólo tenés que pinchar debajo del texto donde dice: comentarios.



martes, 18 de enero de 2011

Mensaje del contestador del Psiquiátrico

Gracias por llamar al Instituto de Salud Mental, la compañía más sana para sus momentos de mayor locura.

Si usted es obsesivo-compulsivo , presione repetidamente el número 1
Si usted es co-dependiente, pídale a alguien que le presione número 2
Si usted tiene múltiples personalidades, presione 3, 4, 5 y 6
Si usted es paranoico, nosotros ya sabemos quien es usted, sabemos lo que hace y sabemos lo que quiere, de modo que espere en línea mientras rastreamos su llamada.
Si usted sufre de alucinaciones, presione el 7 en ese teléfono gigante de colores que Ud. (y solo Ud.) ve a su derecha
Si usted es esquizofrénico, escuche cuidadosamente y una pequeña voz interior le indicará que número presionar
Si usted es depresivo, no importa que número marque nada conseguirá sacarlo de su lamentable situación
Si usted sufre de amnesia, presione 8 y diga en voz alta su nombre,dirección, teléfonos, cédula, fecha de nacimiento, estado civil y el apellido de soltera de su madre
Si usted sufre de indecisión, deje su mensaje después de escuchar el tono...o antes del tono... o después del tono... o durante el tono. En todo caso espere el tono
Si sufre pérdida de la memoria a corto plazo, presione 9
Si sufre pérdida de la memoria a corto plazo, presione 9
Si sufre pérdida de la memoria a corto plazo, presione 9
Si tiene la autoestima baja, por favor cuelgue. Todos nuestros operadores están atendiendo a personas más importantes que usted
Muchas gracias

domingo, 16 de enero de 2011

FELIZ AÑO!!!!!





Esta es una foto de mi infancia en  San Antonio de los Cobres, Salta. Es la estación más conocida del famoso  Tren a las Nubes.
En esa época había un tren de pasajeros, los miércoles. Tenía esas locomotoras que largaban humo negro y blanco, nosotros les decíamos "las chuf-chuf", por el ruido que hacían cuando estaban detenidas en el andén de la estación. Vivíamos muy cerca, a una cuadra solamente, las veíamos enormes, recortadas contra el color pardo de las montañas, como monstruos negros. Dejábamos  de jugar y nos quedábamos con la vista fija en la máquina. Después de  que se iba, corríamos a la estación, para ver a los pocos pasajeros que bajaban.

Solamente tomamos ese tren un par de veces, la primera cuando llegamos a San Antonio, maravillados por el polvo que entraba en los vagones y quedaba suspendido como una niebla dorada, luchando con el estómago que se nos revolvía con cada giro de las vías...mi hermano Carlos quedó con un permanente rechazo a los cardones, esos cactus con forma de hombres con las manos en alto que hay en la puna; decía que se descomponía por culpa de ellos, no por las vueltas del tren.

En la foto estoy con tres de mis hermanos, Carlos, Alejandro y Sandra; yo soy la más alta. Estábamos vestidos para jugar con tierra y agua, como todos los días. Las manos resecas del frío, y los mocos siempre colgando...pero qué infancia feliz!!!.No se porque elegí esta foto como mi primer aporte del año, a lo mejor porque aspiro a encontrar en este 2011 un poquito de esa felicidad inocente y pura. Y les deseo de todo corazón que les pase lo mismo!!!

                                                                                                            Adriana.-

viernes, 14 de enero de 2011

JUEGOS





¡Juguemos en el bosque             
mientras el lobo no está!
 

¿Lobo está?
 
- me estoy poniendo ... -
 

El lobo sale y atrapa.
 
Me salvé.


El encanto del Yo - Yo 
me envuelve,
 
una vez,
 
y otra, y otra,
 
y yo - y yo.
 
Y por fin logro la prueba.


De pronto un pisa pizuela 
me envía a la Ronda redonda,
 
y ronda y ronda
 
siempre redonda.


La Farolera siempre tropieza. 
Me resigno a la prenda.
 
La anuncian sin vueltas:
 
"Verdad - Consecuencia"


La consecuencia 
provoca verdad,
 
decido jugar la balero.
 
Y dale con mi Balero,
 
ba - lero,
 
va - l ...
 
Bueno, voy!


Yendo atajo una pelota imprevista. 
Sin pre, me tira,
 
sin vista, me caigo.
 
Sin pelota ...


...intento una rayuela. 
Un pie, los dos,
 
uno, dos, dos, uno,
 
de la tierra al cielo,
 
del cielo a ...


El patrón de esa vereda me interrumpe, 
me avisa que en el Puente de Avignón
 
todos bailan, todos bailan
 
...
 
¡y yo también!


¡Basta!


¡Qué llueva, qué llueva! 
¿La vieja está en la cueva?
 
Quizás el ta - te - Tí
 

me lo responda.


El dominó se impone. 
Domino el solitario.
 
Solitaria vuelvo al bosque.


¡Juguemos en el bosque 
mientras el lobo no está!


¿Lobo est ...?


¿?


-"Había una vez ..."


Daniela Billone



LA ESCOPETITA DE PLÁSTICO





I

DELTA DE TIGRE – FEBRERO DE 1961

José y Ana habían decidido llevar a su hijo, Luis, de tan solo seis años, a pasar un día en Tigre. Luis era un niño callado, introvertido, poco afecto al juego. Sin embargo, llevaba consigo todo el tiempo una escopetita de plástico que dos años atrás le habían traído los Reyes Magos.
Recordaban que en ese entonces, Luis había pasado toda la noche en vela, esperando escuchar el mínimo sonido que anunciase la llegada de los misteriosos personajes. En su carta a los Reyes no figuraba la escopetita, pero sus ojos se abrieron como enormes perlas cuando la vio, junto a otros regalos, la mañana de Reyes. Es que se había dormido sin darse cuenta, le ganó el cansancio y cuando despertó, se encontró con una escopetita plástica roja y amarilla que captó su atención de inmediato.
Desde ese momento, jamás se había separado de ese juguete. Y es así, como la llevaba consigo para el paseo en lancha.
Asomado con su escopetita por la ventanilla abierta de la lancha disparaba ilusiones al aire, tan lejos como éstas pudieran llegar. Y disparaba, y disparaba, hasta que la lancha viró en un codo del río y para lograr no caer de su asiento, se aferró con una mano a éste y con la otra, al borde de la ventanilla de la lancha. Ésta se balanceó de lado a lado y al aferrarse aún más para no caer al piso, aflojó la mano en la que llevaba la escopetita para tomarse ahora de la base de la ventanilla. Y en ese momento de descuido, la escopetita cayó hacia el río.
Le siguió un escándalo de llanto y gritos. Un niño tan compuesto, de tan solo seis años, se había descompuesto en un mar de lágrimas y un manojo de nervios. Gritaba –“Mi escopetita, mi escopetita.”
Tanto sus padres como el resto de los integrantes del paseo, miraban el agua marrón del río, hasta la lancha había disminuído su velocidad para colaborar con el avistaje del perdido juguete. Pero el agua se mueve rápido, como la vida, y la escopetita desapareció en un instante.
Luis calló de golpe, el viaje continuaba, nadie había podido hacer nada, pero él fijó la vista en el agua y aún siendo encandilado por los rayos de sol que se reflejaban en ésta, buscaba avistar su escopetita. Se incorporó en el asiento, a pesar de que sus padres lo sentaban como correspondía a cada rato, pendientes de lo que esta frustración, esta pérdida, significaría para él. Pero Luis volvía a incorporarse, hasta que en otro codo del río, la lancha efectuó una maniobra algo violenta y Luis cayó al agua como su escopetita lo había hecho minutos antes.

Los gritos provenían ahora de sus aterrados padres y de los pasajeros, nadie había podido reaccionar ante lo sorpresivo de la caída. Luis se debía haber inclinado hacia fuera más de lo debido para caer. Pero su cuerpo era pequeño, como el de la escopetita y sin una mano que lo sujetase, fue convertido en juguete por el destino.
La lancha se detuvo, se arrojaron salvavidas al agua, varios hombres también se arrojaron siguiendo al padre de Luis, pero la búsqueda fue infructuosa. Era una zona del Delta donde se arman remolinos y se pierde pie de golpe, sintiendo que el cuerpo es absorbido por un vortex de arena blanda. Cuando la lancha de prefectura se acercó, se intensificó la búsqueda del niño, que duró hasta bien avanzada la noche. Y hasta el día siguiente, y hasta el otro, rastrillando el lecho del río en una búsqueda que, con el correr de los días, comenzó a sospecharse como inútil. El cuerpo del niño nunca fue encontrado.

II

Luis abrió los ojos y todo a su alrededor era color marrón. De tanto en tanto, un rayo de luz cortaba la densidad del agua. Su cuerpo se mecía en el seno de una inmensa cuna acuática. Sentía frío y recordaba vagamente una sensación: la del mundo dándose vuelta. También sentía hambre pero aunque trataba de caminar, sus pies parecían estar enredados con algo. Se agachó y tocó viscosidades y arena y con su movimiento, el color marrón que lo rodeaba se hizo más espeso hasta sumirlo en una oscuridad total.

III

DELTA DEL TIGRE – FEBRERO DE 1962

A un año de la desaparición de su hijo, Ana y José volvieron al lugar donde su cuerpo había sido reclamado por el río y tiraron una ofrenda floral en su recuerdo. Ambos se abrazaron llorando desconsoladamente, aún no podían creer como habían podido vivir un año sin su hijo. Quien no lo había soportado era la abuela materna de Luis. Doña Clara había muerto cuatro meses después del accidente, el dolor había sido insoportable para ella. Su único y adorado nieto había encontrado el peor destino en las insondables aguas del Delta.

IV

Luis no sabe cuanto tiempo estuvo con los ojos cerrados. Cuando los abrió, todo frente a él seguía siendo un paisaje inespecífico. Ya no sentía frío ni hambre. Y se podía mover libremente, de pronto su cuerpo iba hacia un lado, de pronto hacia el otro, pero no tenía sentido de dirección, solo de un movimiento libre azaroso, no había en realidad puntos de referencia y lo que era arriba podía ser abajo y lo que era derecha podía ser izquierda. Era como flotar en una nada inespecífica, teñida de un marrón por momentos intenso, por momentos claro, casi luminoso. No era conciente de estar recorriendo distancias ni de las profundidades o la cercanía de la superficie. Y ahí recordó lo que estaba buscando. Frente a sí, vio una magnífica y colorida escopetita plástica, al estirar su mano para alcanzarla, esta se desvanecía y lo empujaba en alguna dirección, desde donde volvía a divisarla y al estirar nuevamente su brazo para alcanzarla, volvía a desvanecerse. Y así, se estableció una comunicación lúdica con el elemento en el que se encontraba, donde éste mostraba y ocultaba su juguete favorito.
Sin saber si era noche o era día, sin sentir si era invierno o verano, Luis jugó con el río a las escondidas en un sin tiempo.
Ahora veía la escopetita, ahora la escopetita desaparecía, para reaparecer en otro punto. Pero  siempre más allá de su alcance, arrastrándolo sin rumbo, atrapado en ese vientre marino por toda la eternidad.
V

DELTA DEL TIGRE – FEBRERO DE 1972

Como cada año, Ana y José volvían al punto donde Luis había desaparecido once años atrás para entregarle una ofrenda floral, y cada año, se abrazaban llorando por su pérdida. Siempre solos, ya que Ana nunca había vuelto a quedar embarazada. Su cuerpo se resistía a borrar la memoria de su hijo, su vientre había sido el río primario de Luis y no podía ser ocupado por nadie más.
Ese año, para Reyes, José había encontrado en una juguetería de un barrio detenido en el tiempo, una escopetita igual a la que le habían comprado a su hijo. Casi llevado por una fuerza irrefrenable, la había comprado y a pesar de las quejas y recriminaciones de Ana, la había colocado sobre la mesa ovalada del cuarto de Doña Clara, como símbolo del amor que ella sentía por su único nieto. Y cada aniversario, encendían una vela para que su luz los guiase donde fuese que estuvieran. A veces José se preguntaba si se habrían encontrado allá arriba, en un posible paraíso. ¿Se mantienen los lazos más allá de la vida? ¿Se reconocerían? ¿Cómo sería Luis si estuviera con vida ahora? Probablemente un hermoso adolescente. Todos estos pensamientos ocupaban su mente cada vez que entregaban la ofrenda al río.

VI

Esa noche, una violenta tempestad revolvió el río como nunca. Las aguas subieron y desbordaron los pequeños muelles, llamaradas acuosas se desplegaban sobre el pasto hasta alcanzar las mismas casas. Aquellas que no estaban lo suficientemente altas, eran invadidas sin piedad por las aguas, que arrastraban con ellas todo lo que vivía en el lecho del río.
Y así, lo arrastraron a Luis.
No sabe como había salido del vientre que tantos años lo había cobijado, sintió la incomodidad del roce con la hierba, la dureza de los pilares de madera de los muelles, pero en un momento todo cesó. Una luz como no recordaba haber visto nunca iluminó un espacio desconocido para él. Frente a sí, una casa abandonada, casi imposible de ver desde el río. Una corriente de agua lo conducía hacia ella, el juego había terminado, se acercaba el momento de la verdad.

VII

Ahora había sonidos, el sonido del agua, de los grillos, de las ranas… sonidos que Luis recordaba no sabía si de algún sueño. Pero los identificaba. Se incorporó, asombrándose de la distancia que había entre su cabeza y el suelo, nunca había sido así, pero ahora, experimentaba una sensación de altura. Encontraba, no sabía desde cuando, un mínimo punto de referencia. Si bien se sentía liviano, apenas podía moverse. En la penumbra del interior de la casa, había una mesa oval, junto a ella, una mujer, una anciana. Miró ese rostro, iluminado por la luz de una vela y le pareció reconocer en ella a… no sabía, era alguien, sintió algo en algún lugar de su cuerpo, algo inespecífico, adormecido. Sobre la mesa y al lado de la vela vio su juguete favorito: la escopetita de plástico. La mujer dijo algo, Luis no entendía que, eran sonidos que se fundían con el ambiente. La mano de ella se movió lentamente hacia la mesa y tomó la escopetita. Estirando su brazo hacia Luis, se la ofreció. Ahora todo era silencio. Estaba a punto de recuperar su juguete perdido, amarilla y roja, impecable. Volvió a sentir eso inespecífico dentro de sí y estiró su brazo para tomarla. Por fin.
En el mismo instante en que sus dedos rozaron el material plástico, una luz incandescente lo encegueció y percibió que se fusionaba con el juguete y con la anciana y la liviandad se hizo más patente. Ya no se mecía como lo había hecho en el tiempo sin tiempo, ahora tenía la sensación de que los tres ascendían y ascendían y ascendían. Tanto, que llegó a ver el techo de la casa donde habían estado, rodeada por el agua, con una tenue luz de vela saliendo por una ventana. Hasta que una nube tapó la imagen y todo se disolvió en la oscuridad. Lo que había sido dejó de ser. Se transformó en nada.

LUIS FORMAIANO

Cuando todos se hayan ido

Cuando el color de tus mejores momentos se torne gris,
cuando guardes en tus labios el sabor amargo de lo que no pudo ser,
y mires hacia atrás recordando con nostalgia cada instante de tu existencia…


Cuando sientas que la pena destruye tus últimas esperanzas
y no puedas juntar fuerzas para detener el tiempo
en ese último segundo de inmensa felicidad…


Cuando ya no puedas encender luces, ni sonrisas, ni pasiones
y quieras que alguien te explique, y no haya explicaciones,
cuando la mano amiga traicione tu confianza…


Cuando te quedes inmóvil y no reconozcas tu sombra,
y desesperes, sin saber qué hacer, a quién acudir, por dónde buscar
y no puedas distinguir el principio del final…


Cuando ya no reconozcas la mirada fiel en aquellos ojos
y sientas que la vida se escurre como agua entre tus dedos
y no sea posible retener las gotas que escapan sin excusarse…


Cuando tus manos tiemblen y tus pies cansados ya no sostengan tu cuerpo
y sea menester redoblar el aliento para dar cada paso,
y el pecho se agite, pero el corazón lata más lentamente…


Cuando te mires al espejo y veas los surcos del tiempo
y sea tarde para cambiarlo todo y empezar de nuevo;
cuando sea imposible deshacerte de ese reflejo que te muestra la realidad…


Cuando creas haber conocido todo y nada te sorprenda
y dejes de sentir el perfume que tanto te agrada
y no te conmuevan las aves, las mariposas ni las puestas de sol…


Cuando abras los ojos y a tu alrededor nadie esté esperándote,
nadie contemplándote, nadie acompañándote,
nadie alentándote… nadie, nadie, nadie…


Cuando amanezca sólo para el olvido
y no haya savia que te nutra ni tutor que te enderece,
cuando nada te inspire y todo te agobie…


Cuando una dulce espera se convierta en agonía,
y nadie te llame y nadie te responda
y el silencio se clave en tus oídos como espina… 


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Con mis malas costumbres, mis celos, mis errores;
tomándote la mano, acariciando tu alma herida.


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Recordándote que vives porque aún respiras,
devolviéndote la fe y las ilusiones perdidas.


Cuando todos se hayan ido… allí estaré yo.
Mostrándote la luz de un nuevo día, 
aliviando tus pesares, proponiéndote otra partida.


 
Por: Zulema Aimar Caballero