Se deslizaba
zigzagueando
por la humedad del lugar.
Reptaba sin opción,
inconsciente del peso
que caía sobre ella
por haber tentado a la mujer nueva.
Arrastrada
por una natural necesidad
de liberarse de su piel,
pasado escamoso
que la envolvía.
Era tiempo del exilio,
de salirse de esa patria muerta
que la contenía
y la asfixiaba.
Sin resistencia,
ante el momento
que llegaba y que
ansiaba,
se restregó entre las piedras,
se enroscó
una y
otra vez
hasta dejar su piel atrás.
El despertador, como una diana,
la sacó del sueño.
A su lado, una silueta enjuta,
calco de su cuerpo,
yacía inerte.
Se levantó ligera,
enfundada en una piel nueva,
y salió al mundo,
en busca del fruto prohibido,
de la ciencia del bien y del mal
como tentada por la serpiente.
Patricia
Patricia